Powered By Blogger

sábado, 11 de diciembre de 2010

La casa

      La vida terrestre de cada casa se parece en algo a la vida de un hombre. Antes de su concepción, antes de que aparezca en el mundo, ella existe en las imaginaciones y los deseos de su dueño, que piensa en ella con cariño, la desea, está dibujando planos para su futuro. Ella existe en su alma, verdadera y material, mucho tiempo antes de su creación en realidad. Del mismo modo una mujer está soñando en su primer niño…


      El parto de una casa… Es mucho más largo y difícil que la aparición en el mundo de un ser humano…

      Planos, orientación, distribución, fundamentos, materiales… construcción y maestría, labor de mucha gente. Materialización del sueño, que día tras día recibe las formas deseadas en sus manos. Del mismo modo las entrañas de la madre están formando, creando hasta la perfección el futuro ser humano.

      Y en un día precioso – todo está preparado – la casa está terminada y nos espera que entremos en ella para empezar a vivir con ella, juntos. Nos espera para que pasemos debajo de su techo días tristes y alegres, para que podamos trabajar y descansar, dormir y estar en vela, para rellenar cada rinconcito con nuestras voces, para que arreglemos y mantengamos cuidadosamente cada ángulo. Está lista para aceptarnos en sus abrazos, para que podamos preparar mesas diarias y festivas, para que tengamos sitio dónde encontrar a nuestros hijos, más cercanos y amigos… Para hablar y discutir: para los artes y la política, para la salvación de la capa del ozono y a los pobres en el mundo…

      Y la casa empieza vivir con nosotros, con nuestra vida espiritual, con las preocupaciones y las alegrías, toma fuerza, juventud y vida de nosotros y en cambio nos regala su refugio, amparo y seguridad. Sus paredes se están impregnando de declaraciones de amor, de suspiros por sueños inalcanzados… Y ella es joven con nuestra juventud. Brilla con el brillo de nuestros ojos… Respira y late con nuestro pulso. Se llena de nuestra energía. Y su memoria es capaz de guardar con paciencia recuerdo tras recuerdo: para las risas y las bromas, para los brindis en las Noches Viejas y los cumpleaños, llenos con deseos de prosperidad, recuerdos para la fuerza, la madurez y la sabiduría de sus dueños… Recuerdos para el sabor de la felicidad y el amor en aquella edad, cuando se valora alto cada instante, cada hora de la vida terrestre, cuando cada sonrisa y caricia tiene valor incalculable.

      Y así, hasta que comencemos nuestro largo viaje hacia “Más Allá” y la casa se quede sola. Vacía. Sin dueños.

      Si hemos dejado herederos detrás de nosotros, ella les esperará, escuchará atentamente para oír sus voces y en cuando le hagan una visita, ella buscará para coger algo conocido, invisible, que se ha quedado de nosotros en la tierra – tonos semejantes en las voces y las risas de los jóvenes y les va a comparar, sin duda, con los recuerdos para los padres, para nosotros. Les va a seducir con su calma, con su estabilidad y belleza y si estos jóvenes deciden quedar…

      Segunda juventud tendrá la casa… De nuevo empezará encontrar las noches en silenciosas conversaciones al lado de la chimenea para los problemas del planeta, para la lucha diaria para el pan de cada día, para las crisis económicas y los cataclismos… Mirará con ventanas iluminadas cómo juegan los niños en el patio… Va a anotar en su larga memoria cómo crecen fuertes y lozanas, y luego cómo caen, las hojas del enorme nogal y va a respirar el limpio aire montesino, impregnado con el aroma de geranios.

      Primavera tras primavera, en las madrugadas la despertarán las canciones de los ruiseñores y los mirlos, se embriagará del aroma de las millares de flores; respirará soñolienta en las siestas, adormecida del zumbido de las abejas. Y el suave aire rociará su umbral con pétalos blanco-rosas de los manzanos…

      En el verano respirará el aroma encantador de las ramitas de hierbas medicinales, colgadas para secarse en la sombra debajo del techo de la terraza; protegerá a los dueños con su frescor y les esconderá del sol ardiente. Y en las noches del verano dormirá con las canciones de los grillos debajo de la fantástica oscura bóveda celeste con brillantes parpadeantes estrellas.

      En las cálidas tardes otoñales respirará profundamente el dulce olor casero de la mermelada de ciruelas, mezclado con el aroma de humo de leña… Ronroneará como gatita dormilona, acariciada de los rayos del veranillo de San Martín y sonará el suelo entarimado debajo de los trotes de los chavales…

      En las largas noches de los inviernos su fogón brillará y calentará sus entrañas y por la chimenea, saltarán transparentes ovillos de humo azulado, como cuando el abuelo fuma su pipa.

      Sus aleros contarán las bandadas de los copos de nieve, que intentarán cubrir y esconder de la vista las sendas, el camino… Y más que nunca, ella protegerá a los suyos del frío, de la nieve.

      La casa, nacida hace décadas en la imaginación de sus creadores, acariciada con tanta paciencia en sus sueños, creada con tanto cariño de sus manos, ésta casa es fruto del amor cósmico y humano. Ella irradia este amor, ampara y protege a los herederos, les abraza en las noches oscuras y solitarias. Vela silenciosamente por ellos con el amor de los padres, que ya no están.


      Dos, tres y más generaciones, crearía y protegería la casa. Solamente hace falta paz, amor y salud, para que nazcan hijos, para que siga existiendo la familia… Que siga existiendo, llevando dentro de si la bondad de nuestros antepasados, su humanismo y moral cósmico, su sed por la vida y por crear bienes para todos.

                                     
 

1 comentario:

  1. Bonita la casa y el paisaje que la rodea, verde, muy verde, como el de mi tierra asturiana, y está rodeada de esa soledad deliciosa que llena el alma de pensamientos que maduran en el corazón nada más nacer.

    ResponderEliminar