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sábado, 11 de diciembre de 2010

Carta para mi hijo

      Tan lejos, tan lejos estás de mi, hijo mío... Y en cada instante te llevo en mi alma...


      Querría, cómo querría tener sentidos desarrollados para sentir las cosas, las desdichas inminentes que se avecinan sobre tu cabeza y advertirte, estar a tu lado para que no sea tan fuerte tu dolor...

      Querría ser una suave alfombra de hierbas, para poder echar mi suave y fino verde cuerpo entre tu cuerpo volando cuesta abajo y su cita con las piedras agudas... Siempre te advertía que llevar bicicleta en la montaña es un deporte para gente buscadores de sensaciones fuertes y que no salgas solo... Y luego – que me convierta en hierba embriagadora-anestésica – para disminuir el dolor en tus múltiples heridas; en agua fresca para rociarte y para que vengas más pronto en sí; en una alfombra mágica para llevarte imperceptiblemente hasta tu cama, para que descanses y que intentes olvidar el dolor...

      ¡Pero estoy lejos, tan lejos!

      Y en aquellos largos minutos de soledad y pánico, atrapado y sin salida en la pequeña cueva subacuática... quedando sin aire y casi sin esperanza que vas a sobrevivir... golpeado por las olas enormes que te cerraban la salida y la salvación...

      Sin sentir nada en este momento, quizás yo estaba entretenida con algo agradable, me había reído... Y me pregunto: ¡¿por qué no tengo finos sentidos, para sentir este instante y estar a tu lado?! Me convertiría en el aire, para soplar en la dirección contraria, para alejar las olas salvajes de las costa; sería un pequeño nicho en la cueva, lleno de aire, para llenar tus plumones, para que puedas resistir lo que haga falta; podría ser aquella fuerza invisible, que te abrazaría para sacarte de la trampa subacuática y las rocas agudas... Pero tú estabas allí solo, absolutamente solo, impotente... y mirabas la muerte en la cara.

      Luego me lo cuentas, como si no hubiera ocurrido nada importante, como si de alguna persona extraña se tratara, encima bromeando...

      Y cómo te gustan los riesgos... surf, montañerismo, submarinismo, me hablabas de saltos con paracaídas...

      ¿Dime, si se han terminado los deportes sin riesgo, aquellos en los cuales no vas a arriesgarte la vida? ¿A quién y qué quieres demostrar, dime? Como tu madre tengo derecho saber la respuesta. Me acuerdo algo, que me pone el pelo de punta. Cuando estabas pequeño, tu padre siempre te reprochaba, que estés lloriqueando, que tú no eres un hombre, que de ti no va a salir nada, que eres un marimarica... Y tú tenías solamente 4-5 añitos, un niño con salud frágil y tan a menudo enfermabas...

      ¿A él tú intentas demostrar que eres fuerte y capaz de arriesgarte? ¿O acaso intentas expulsar de tu alma los complejos de inferioridad que él te estaba desarrollando año tras año? ¡Créame, soy tu madre y te conozco mejor que nadie, no hace falta que demuestres nada a nadie! Eres un joven valiente, fuerte y hábil, estás dotado de un corazón bueno y capacidades extraordinarias. Cuida tu salud y tu vida, que tendrás que transmitir todas tus cualidades a tus propios hijos... Y para que cuentes a tus nietos que no tienen que ir solos en la montaña, que tienen que cuidarse y jamás tienen que entrar en cuevas submarinas solos... Tendrás que poder enseñar a tus herederos de no repetir tus errores, ¿verdad?

      Y si Dios me permitirá ver tus preocupaciones paternas cuando ellos, tus pequeños, llegan tu edad... Solamente Él va a decidir...

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